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Cómo la COVID-19 redefinió el concepto de emprendedor

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David Sax recuerda el día preciso en que supo que podía estar en problemas: martes, 10 de marzo de 2020. Su libro, The Soul of an Entrepreneur, se iba a publicar alrededor de un mes más tarde, pero el alcance de la pandemia por el coronavirus había empezado a ser devastador.

"Me pasé la primera semana paralizado, incapaz de moverme o de hacer algo y, en general, muy asustado", le contó Sax a Squarespace. "Luego hablé con mi agente, quien dijo: 'Los empresarios y los dueños de negocios sobre los que escribes están sufriendo por esta situación. ¡Debes hablar de eso!'". Entonces Sax salió y habló de su libro dónde pudo, cómo pudo, incluso si esto a menudo significaba tratar su tesis desde atrás de una computadora portátil, mirando a la cámara web.

Esta gira de publicidad ad hoc no era exactamente lo que este autor de libros best sellers tenía en mente. Sax había pasado gran parte de una década escribiendo sobre todo, desde los delis judíos hasta por qué una generación de nativos digitales han vuelto a comprar productos "analógicos", como los discos de vinilo y la papelería de diseño. Esos libros y sus respectivos ciclos de vida tenían un perfil familiar: investigar, escribir, publicar, promocionar y (con suerte) repetir.

El mito del empresario estadounidense era su último objetivo de investigación, y Sax había pasado años hablando con personas que tenían ambiciones modestas y envidiables y que buscaban ganar suficiente dinero para ser felices. Sax tenía otro circuito promocional en el horizonte cuando surgió la pandemia de coronavirus, y los mundos del emprendimiento y de la publicidad de libros se hicieron añicos. 

Publicar un libro nuevo, por lo general, significa una gira relámpago con un itinerario que puede competir con el de la mayoría de las bandas de rock: una ciudad nueva cada día durante semanas con una agenda completa de lecturas públicas, sesiones de preguntas y respuestas, y entrevistas. Para los autores como Sax, esto se puede extender durante semanas mientras intentas mantener el interés respecto de algo en lo que invertiste años de investigación y escritura para sentar los cimientos de algún proyecto futuro que tienes en mente. Había navegado el complejo mundo de las Relaciones Públicas editoriales en varias oportunidades antes, pero la COVID-19 hizo desaparecer el proceso tradicionalmente íntimo (y, a veces, caótico), y Sax se vio obligado a hacer lo que muchos otros emprendedores hacen: improvisar. 

Una vez superado el shock inicial, Sax empezó a rebuscar oportunidades y maneras no ortodoxas de conectarse con su audiencia. Su plan surgió de la necesidad y la inercia, una construcción conocida para cualquier emprendedor que sufrió el impacto de la COVID-19. Encontró bibliotecas y librerías que le permitieran hacer lecturas remotas y soportó la falta de interacción directa del mundo digital, una interacción que tantas veces lo había energizado durante sus compromisos como orador. ("Soy una persona que se alimenta de la audiencia", explicó Sax a Squarespace).

El resultado fue una estrategia de marketing elaborada a partir de repuestos, como un auto de carrera casero armado con chatarras. Pero ¡cómo corrió! 

"Todo esto tiene una belleza increíblemente especial", dice Sax. "Existe esta interacción, esta participación. Puedes hablarles directamente a las personas". Hasta el momento de escribir, Sax había hecho casi una docena de eventos remotos y aprendió a aprovechar la intimidad del evento para generar conexiones con los lectores en una escala nueva y, potencialmente, mundial.

"Sigo creyendo que la experiencia en persona es la de mayor valor", explica Sax. "No obstante, ¿poder hablar con personas de todo el mundo y entablar una conexión con alguien de manera rápida y sencilla? Es emocionante, increíble y una gran oportunidad".

No hay dudas de que la pandemia de COVID-19 ha golpeado el espíritu emprendedor. El ritmo con el que los estadounidenses perdieron sus empleos durante la peor etapa hizo que todos los gráficos de desempleo tuvieran la forma de una media cúpula cartesiana, un aumento abrumador evocado de la nada.   

No obstante, esa mutación de la esencia emprendedora no debe confundirse con una vacante. Los propietarios de empresas de cualquier envergadura, simplemente, recurrieron a la inventiva emprendedora para adaptarse a una nueva normalidad. Piensa en los dueños de restaurantes que convirtieron su negocio en almacenes temporales o en los instructores de gimnasia que se esforzaron para dar clases de ejercicios por Internet de improviso.

La agilidad para tomar estas decisiones rápidamente es la esencia del espíritu emprendedor, algo que Sax evaluó mientras navegaba por sus propios métodos transitorios. "Hay un significado más profundo de lo que es ser emprendedor y en eso he concentrado mis conversaciones", explica Sax. "Las dos verdades esenciales de ser emprendedor, que son la libertad y el riesgo. Cada emprendedor tiene la libertad de decidir lo que va a hacer hoy con su negocio y con su vida, y puede cambiarlo a su antojo". 

No obstante, siente empatía hacia los empresarios que han sido golpeados y que tal vez no tienen idea de cómo seguir. La investigación muestra que hay un aspecto muy personal sobre el fracaso cuando el negocio es propio. Tendemos a asignar sentimientos de valoración y dignidad personal a las empresas comerciales, y los cargamos con nuestras inseguridades y nuestro orgullo. Perder nuestra propia empresa implica más que las consecuencias financieras: puede golpear tu propia esencia. "Quién soy si no soy el dueño del gimnasio de David o de la línea de cruceros de David", me dijo Sax. "Esta pérdida puede disparar un espiral profundo". 

Hay una posibilidad de que esta turbulencia haya transformado el mercado laboral para siempre. Cuando Sax estaba investigando para su libro, supuso que los Estados Unidos ya estaba en la Edad de Oro del espíritu emprendedor. No fue sino hasta una conversación esclarecedora con un amigo economista que Sax repensó toda su hipótesis. 

Estaban desayunando una mañana cuando Sax le planteó su hipótesis de la Edad de Oro. "Empecé a contarle todo sobre las empresas emergentes y artículos sobre los emprendedores y las competencias de lanzamientos y las aceleradoras", explicó Sax. "En ese momento, me interrumpió y me dijo: 'Deberías ver los datos'". Sax lo hizo y se dio cuenta de que el espíritu emprendedor de los Estados Unidos, en realidad, había estado en la era del hielo durante gran parte de 40 años

"Cuando mides el espíritu emprendedor según las métricas que realmente importan, por ejemplo, cuántas personas trabajan para sí mismas en un país como los Estados Unidos o lanzan un nuevo negocio, este espíritu ha decaído durante gran parte de mis años de vida", afirma Sax. La contradicción entre la narrativa de los medios y la realidad fue una señal de que Sax estaba en el camino correcto, así que decidió profundizar sobre por qué establecemos una definición monolítica de "emprendedor" y por qué las personas han evitado trabajar para sí mismas durante décadas. 

La pandemia de COVID-19 podría haber sido una suerte de brutal llamada de atención para esa población inactiva de posibles emprendedores, similar a la manera en que la última recesión actuó como incubadora de varias ideas que cambiaron el mundo. Hay una posibilidad de que esta crisis haya obligado a las personas a reimaginar qué es un emprendedor y a definir el éxito en sus propios términos.

"No habrá empleos para todos los que perdieron el suyo", Sax le explicó a Squarespace. "Habrá millones de personas pensando qué van a hacer, y algunas de estas empresas serán pequeñas y solo pretenderán pagar la comida y tener un techo para la familia, lo cual está bien. Es lo que necesitamos en este momento".

La palabra "emprendedor" adquirió un perfil especial durante las últimas décadas. Cuando surge en una conversación, se refiere a una imagen muy específica, cortesía de los thrillers tecnológicos de Hollywood de la década de 1990: un hombre blanco que posa con una de las primeras computadoras o que sonríe de manera incómoda frente a una pantalla cubierta de código. Es fácil pensar que los emprendedores son todos iguales porque, como dice Sax en la introducción de The Soul of an Entrepreneur: "El mito de la empresa emergente dominó las conversaciones de los emprendedores en los medios, las instituciones, el gobierno y la comunidad académica, y progresivamente definió cómo se supone que luce un emprendedor, cómo se comporta y qué hace".

Sin embargo, permitir que una definición única domine la taxonomía emprendedora nos ha perjudicado al resto. Los maravillosos fundadores multimillonarios de empresas emergentes no son los únicos que existen. Ni por casualidad. La realidad del espíritu emprendedor se refleja en las personas que empezaron un negocio porque debieron hacerlo y porque era la opción que les otorgaba la mayor independencia y tenía más sentido. La visión lúcida de ese mundo se contradice con lo que vemos en las portadas de las revistas de negocios, y ese sesgo estaba perjudicando al mundo. En palabras de Sax:

"Nada de esto se corresponde con la definición acotada de emprendedor de Silicon Valley. Ni las empresas gestionadas por mujeres, minorías, inmigrantes ni personas mayores. Tampoco las personas de los barrios pobres o de zonas rurales que construyen cosas con sus manos o venden servicios en un mercado local. Ni tampoco a alguien que no desea fundar una gran empresa porque prefiere recoger a los chicos de la escuela todas las tardes, atender las necesidades de su familia, vivir conforme a sus valores o, simplemente, hacer lo que le gusta a su modo. Ese era un problema porque, en el mundo real, este grupo más amplio de emprendedores siguen siendo la mayoría absoluta de personas que hacen negocios para sí mismas. Son los que reparan mi techo, amasan el pan, diseñan un sitio web, cambian los neumáticos y me cortan el cabello. Para los hombres y las mujeres que se esfuerzan en una oscuridad relativa y manejan todo tipo de negocios y, con razón, siguen considerándose emprendedores hasta último momento, existe una verdad más profunda y significativa de lo que representa ser emprendedor que la mitología popular no tenía en cuenta”.

Derribar el estereotipo de Silicon Valley e investigar las motivaciones de los emprendedores sin ninguna posibilidad de volverse ricos son los dos objetivos fundamentales del libro de Sax. Dedica gran parte de las 300 páginas a responder una única pregunta vital: ¿qué significa ser emprendedor? 

La respuesta, según Sax, es muy personal y, aunque dice que no hay dos emprendedores iguales, todos tienen el deseo único y anhelado de no trabajar para nadie, sino apostar por sí mismos. Por momentos, esto funciona, como en el caso de cientos de niños prodigio de Silicon Valley que enfrentan quiebras en serie antes de sacarse la lotería. (Independientemente de que estos reductores de velocidad sean lo que un abogado experto en quiebras que Sax entrevistó denomina quiebras de "DOP" ["dinero de otras personas"]). 

En otros momentos, el espíritu emprendedor puede afectar negativamente la salud mental de sus adherentes. Sax recuerda la historia de un estanciero del condado de Mariposa, California, que gastó sus ahorros para comprar unas cuentas cabezas de ganado con la visión de crear una estancia de carne alimentada con pasturas naturales. "Como emprendedor, no fue ni un claro éxito ni un fracaso", escribe Sax. "Al igual que la mayoría de las personas que lanzan su propio negocio, hacía el trabajo que le gustaba verdaderamente y se ganaba la vida con él, pero también se sentía atascado, sin una visión clara de cómo seguir adelante".

El estanciero sirve como un reflejo del camino de Sax hacia la independencia profesional y de cómo la representación del propietario de tierras emprendedor que no se publica en las portadas de las revistas ni se esgrime como atajo hacia el éxito meteórico. Al igual que la mayoría de las personas, simplemente, no quería trabajar para nadie, excepto para sí mismo. La pesadilla del estanciero es vender seguros en un páramo suburbano perdido por ahí, y prefiere luchar con uñas y dientes para mantener la independencia propia y la de su familia que prosperar marginalmente en un trabajo de 9 a. m. a 5 p. m. 

La libertad podría ser lo que mejor define el alma de un emprendedor. La libertad de valerse de un centavo cuando las circunstancias así lo exigen o de encontrar un nuevo camino que te habría estado vedado si trabajaras en un entorno corporativo. Es la libertad para hacer lo que David Sax hizo cuando la pandemia dinamitó el mundo de la publicidad de libros. "Todo lo que sucede en este momento ha reforzado la idea de que tienes el deber de cambiar las cosas si no te gusta cómo son", dijo Sax. "Siempre ha dependido de mí. Esa es mi verdad como emprendedor, y tengo que aceptarla. Debo trabajar con esta realidad sin importar a dónde me lleve".

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